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2ª fase: El paso del río Jarama (del 10 al 12 de febrero)
Los Republicanos pasan a reordenar sus fuerzas creando la llamada «Agrupación Arganda» quedando constituida por: la 19ª Brigada mixta, 1 batallón de carabineros de la 48ª Brigada mixta, dos batallones de la 17ª Brigada mixta, otros dos de la XIX Brigada Internacional, un grupo de infantería de asalto de la 9ª División, un escuadrón, una compañía de carros rusos y cuatro baterías de calibres 77, 11, 43 y 105 Wickers. El mando será del Coronel Mena y su misión nada menos que cubrir el frente desde Perales del Río hasta 3 Km más al sur de San Martín de la Vega, mostrando especial atención a los puentes sobre el Jarama.

10 y 11 de febrero
Esta jornada al igual que la anterior es de forzada inactividad por las lluvias, pero Varela no para y se va con su caballo y su jefe de la sección de Operaciones a reconocer el terreno, llegando a las siguientes conclusiones:
• El Jarama no se puede vadear por la corriente crecida que llevaba consecuencia de las lluvias.
• Los republicanos han retirado todas sus fuerzas al otro lado del río, margen izquierda, dejando una fuerte guardia en los dos puentes: Pindoque y San Martín.
• El puente de Pindoque es el más cercano a las líneas propias y resulta fácil aproximarse sin ser vistos dada la tupida vegetación de ribera que lo bordea.
• La maniobra se hace más fácil en el terreno que se abre una vez sobrepasado el puente de Pindoque, dado que frente al de San Martin existen unos pétreos acantilados imposibles de sobrepasar, además de que la observación propia artillera es más fácil en la zona de Pindoque, apoyando a la infantería en su avance.
Consecuencia de ese reconocimiento del terreno, Varela toma las siguientes decisiones:
• Ataque por sorpresa al puente Pindoque mediante un golpe de mano de las tropas de Barrón.
• Despliegue rápido de la caballería, una vez pasado al otro lado del Jarama, hasta el Vértice Pajares.
• Paso del puente por las tropas de Buruaga que desplegará en el flanco derecho de Barrón, siendo cubiertos por éste
• Ataque por sorpresa al puente de San Martín mediante un nuevo golpe de mano por las tropas de Asensio, conservándolo a toda costa al ser fundamental para mantener las comunicaciones entre ambas orillas
En la madrugada del día 10 al 11, tropas selectas del I Tabor de Tiradores de Ifni al mando del Comandante Molero se aprestan bajando por las barrancadas hasta situarse en la orilla derecha del Jarama, a cubierto con la abundante vegetación de ribera. Les siguen de cerca una compañía de zapadores expedicionaria de Larache que acompañará a la infantería para destruir los cables y todo tipo de material previsto para la voladura del puente.
Conviene aclarar que en una operación de estas características no atacan todas las fuerzas al unísono, hay unos escalones de actuación de la unidad que podemos articularlos así: extrema vanguardia compuesta por un pelotón de unos 10 soldados (los más expuestos) junto a una escuadra de zapadores (unos 4 o 5 hombres); vanguardia, con una compañía (unos 80 hombres al principio de la guerra, luego se irían añadiendo más elementos hasta formar compañías de 120 o 130 soldados) menos los elementos que formaban parte de la extrema vanguardia y el resto de la sección de zapadores.
El asalto al puente de Pindoque

A la 1:30h de la madrugada comienza la aproximación en el más completo silencio. Sombras fantasmagóricas se deslizan por los barrancos entre los cantiles escarpados de la Marañosa.
Juan Eslava Galán en su libro «Una historia de la Guerra Civil que no va a gustar a nadie» (Ed. Booket de bolsillo, Cap. 30, págs. 187-188) hace una descripción curiosa por lo pormenorizada en cuanto a que facilita hasta los nombres de los asaltantes y los de los soldados de vigilancia que caen en el puente (de dónde ha podido sacar esa información lo desconozco pero resulta emocionante su lectura en cualquier caso).
Como tal paso a escribir textualmente su descripción: «En la madrugada del día 10, el moro Abdel Faye, descalzo, se acerca sigilosamente por los cañaverales del Jarama seguido de otros cinco guerreros de su cabila, su tío y sus cuatro primos. Encima del puente distinguen las siluetas de tres centinelas arrebujados en pesados tabardos que pasean para espantar el frío. Los moros alcanzan el primer pilar del puente. Abdel les concede un respiro, señala al que debe acompañarlo, Mohamed, y a los otros les indica, por señas, que crucen bajo el puente y suban por el lado opuesto. Abdel y Mohamed reptan por el escarpe hasta el nivel superior. El puente de piedra y cemento, solo sostiene los raíles del tren y una estrecha pasarela de planchas de hierro para los peatones. Los moros acechan el momento propicio. Cuando dos de los centinelas se acercan al extremo del puente caen sobre ellos y los degüellan silenciosamente con sus cuchillos curvos, como corderos en el Ramadán. Al internacional Rudolf Svidran, antes de zambullirse en la nada, acaso le asalte la imagen de otro puente, el de Mánesuv, en Praga, donde se citaba con su enamorada Marie Krist después de la escuela.

En el extremo opuesto del Pindoque, el voluntario francés Marcel Dupont dormita apoyado en su fusil con su bayoneta. El moro que se le acerca por la espalda sólo tiene que sujetarle el fusil contra el pecho con una mano mientras con la otra le empuja la visera posterior del casco de acero para clavarle su propia bayoneta en la garganta.
El moro sostiene al centinela en su caída. Se le sube encima inmovilizándolo con su peso para evitar que haga ruido mientras agoniza. Le abre la garganta con el cuchillo para acelerar la muerte. Después se incorpora a medias e imita el grito de la lechuza, para avisar de que el puente está despejado.
Una docena de siluetas se incorporan y corren a lo largo de la pasarela. Un centinela republicano más lejano advierte la presencia del enemigo y dispara. – ¡los fascistas! Suenan las alarmas. El destacamento encargado del puente se dispone a volarlo. Demasiado tarde. Está en manos de los nacionales. Los moros se abren paso por la orilla republicana con bombas de mano, profiriendo sus alaridos de guerra«.
Lo que se desprende del relato y por lo que cuentan otros autores, había dos centinelas sobre el puente realizando paseos, mientras que un tercero estaba en la orilla republicana medio dormido.
Me resultan incomprensibles los fallos en la defensa de esta posición. Por ejemplo, no entiendo, que siendo un punto tan importantísimo, no se hubiesen puesto «escuchas» al otro lado del río. La vigilancia tenía que haber sido numerosa, con varios centinelas en el lado opuesto del puente, en constante contacto con los que estaban encima del mismo paseando, y enlazados por al menos otros dos centinelas en el lado propio. No menos de un pelotón de hombres tenía que haber estado alerta, teniendo en cuenta que estaba allí la 2ª compañía del Batallón André Marty de la XII Brigada Internacional.

Tampoco entiendo qué hacían los puestos de ametralladoras, ya que al parecer, y según documentación como la del escritor José Manuel García Ramírez en su libro «La batalla del Jarama. Febrero 1937» habla de tres puestos de Maxim. Cito textualmente de su página 182: «Los sirvientes de las ametralladoras, tres Maxim, no han tenido tiempo de utilizarlas y los que no han sido degollados las abandonan huyendo hacia la cercana casa del guarda«.
Cómo estaban emplazadas esas ametralladoras sería objeto interesante de análisis, y cómo es posible que nadie reaccionase ni se enterase de nada hasta el último momento es otro enigma, solo explicable si los sirvientes estuviesen dormitando, aspecto este inexplicable, no ya por la falta de disciplina entre los soldados, peor aún entre los mandos, pero mucho peor si se tiene en cuenta que se estaban jugando la vida propia y de los compañeros en una posición tan expuesta frente al enemigo.
Pocos se salvaron, 80 dejaron su vida para siempre entre los cañaverales del Jarama, y unos 4 o 5 lograron retroceder a sus líneas no sin antes lograr la voladura parcial del puente, pero solo en el tramo más cercano a la orilla republicana, ya que el resto de cargas fueron desactivadas. El puente se elevó sobre sí mismo y cayó prácticamente en el mismo sitio sin lograr su destrucción ni impedir que las tropas de Barrón pasaran y formaran una cabeza de puente.
Le toca ahora a la caballería de Cebollino, un superviviente del glorioso Regimiento Alcántara (aquél que se sacrificó hasta lo indecible protegiendo la caótica retirada del Ejército Español en Marruecos tras el desastre de Annual). Se da la orden de cruce del puente no sin antes hacerle ver a Varela la dificultad de la empresa, a lo que responde el general: «es necesario».

Los jinetes comienzan a pasar llevando de las bridas a los caballos, por el lateral del puente, ya que por en medio iban las traviesas del ferrocarril de vía estrecha de la azucarera de la Poveda. Algunos caen al vacío siendo arrastrados por la fuerte corriente, y eso gracias a que la artillería no había concentrado sus fuegos sobre el lugar de forma clara, aunque algunas granadas ya impactaban en la zona, y los aviones I-16 Polikarpov se empezaron a hacer notar haciendo pasadas de ametralladora, lo que dio un carácter más dramático a la situación. Pero la cabeza de puente se seguía consolidando. A las 10:00h aparece una avanzadilla de tanques T26B en la llanura, como avanzadilla de otros 20 que avanzaban desde Vaciamadrid, situándose a escasos 600 metros de los nacionales. Es el contraataque republicano.
Será la artillería nacional desde lo alto de la Marañosa, además de varios antitanques bien situados los que ahuyentan a los tanques rusos quedando varios ardiendo. La aviación republicana vuelve a la carga y son hasta 16 cazas I-16 «moscas» y 3 bombarderos tipo «katiuska» que partieron del aeródromo conquense de San Clemente los que se precipitan sobre Pindoque sembrando aún más el caos.
Se produce uno de los episodios prácticamente único a lo largo del resto de la guerra, el Capitán Millana que había cruzado con su escuadrón el río, ordena a sus jinetes montar a caballo y lanza a continuación una carga de caballería desplegados en línea de a cuatro que les lleva hasta el Vértice Pajares, entablando cuerpo a cuerpo con los defensores republicanos allí existentes. Les siguen la 1ª Bandera de la Legión y el Tabor de Ifni-Sahara además del resto de jinetes del Regimiento
Al final de ese día 11, unidades de Buruaga comienzan el paso del río pero es suspendido el traslado cuando cae la noche, por lo peligroso del operativo.
Por la mañana de este mismo día 11, Asensio inicia su avance al amanecer, franquea el canal del Jarama y ocupa San Martín de la Vega. Se acercan al puente sobre el Jarama pero son recibidos con nutrido fuego de ametralladoras desde el otro lado.
Cae la noche en el Jarama, se oye a lo lejos el himno de la Legión cantado a pleno pulmón por la gente de la 1ª Bandera en torno al cadáver de su Comandante Álvarez Entrena sobre las posiciones conquistadas de Vértice Pajares.
12 de febrero
Se repite el golpe de mano sobre el puente de San Martín.
Mientras tanto Asensio planea para aquella madrugada del 11 al 12 de febrero una acción similar a la que llevó a Barrón a conquistar el puente de Pindoque. Será en esta ocasión la 2 y 3ª compañías del el III Tabor de Regulares de Tetuán quienes avanzan con sigilo entre las huertas colocándose sobre las arcadas del puente en completo sigilo.
A las 4 de la madrugada se inicia la operación. Como siempre los moros se aproximan siguiendo su técnica en el combate, sigilo y paciencia. En minutos desactivan a los centinelas y se extienden rodeando por el flanco a los hombres de la 17ª Brigada mixta. Comienza el ataque de los regulares con granadas de mano, sorprendiendo una vez más a los republicanos que apenas tiene tiempo de reaccionar.
Cruzan varios batallones de la IV Brigada de Asensio, y a las 12h de la mañana, la VIII Bandera del Tercio de la Legión tiene tomado el Vértice Pingarrón en un avance fulgurante, sin encontrar apenas resistencias.
The Suicide hill, the Conical hill, the Knoll hill
Asensio continúa su progresión sin sospechar que avanzaban en sentido contrario fuerzas de la XV Brigada Internacional del General «Gal» (George Nathan su jefe de estado Mayor) que acababa de llegar a Morata aquella misma mañana. Los habían llevado en camiones hasta una Venta llamada de Frascuelo, donde se establece lo que serían las cocinas del Batallón Británico (The Cookhouse) y desde donde van a partir sus 4 compañías.

El despliegue de la Brigada se haría de la siguiente forma, por la izquierda iría el Batallón Británico con su jefe Tom Wintringham y el comisario George Aitken, dejando a su derecha la carretera de Morata a San Martín. Justo al otro lado de esa carretera desplegaría el Batallón franco-belga del «6 de Febrero», separados unos 500 metros, que sería el centro de la Brigada, y un poco más a la derecha, flanco derecho por tanto, se situarían los voluntarios de los países balcánicos «Dimitrov«, para enlazar con los del «Comuna de París» que ya pertenecían a la XI Brigada Internacional.
Los primeros en encontrarse con el enemigo son los del «6 de febrero», se produce un choque sangriento y ante el peligro de envolvimiento se repliegan. Un poco más a la derecha los «Dimitrov» también se topan con los nacionales de Buruaga, entablando combate durante todo el día, de forma que hasta en cinco ocasiones se conquistan posiciones y en otras cinco se vuelven a perder.

Un poco más retrasado en su avance lo hace el «British Batallion«. Podemos ver el despliegue que hacen en este pequeño esquema:
Partiendo de la «Cookhouse«, a la derecha del esquema, el despliegue se hace a la izquierda de la carretera Morata a San Martín. La 1ª compañía de Kit Congway sube pegado a la carretera y alcanza la Cota 660 conocida como «Conical Hill«, a caballo entre las colinas del suicidio y otra pequeña colina pegada a la carretera conocida luego como «The Knoll hill«.
La 2ª compañía de Harry Fry se desplegó a la altura de la cornisa que formaba la Cota 700, asomándose al Valle del Jarama. Las compañías 3ª al mando de Ken Stalker y 4ª al mando de Bert Overton desplegaron sobre la llamada «Casa Blanca» (una casa de campo con tejado de teja roja, situada en lo alto de las colinas del suicidio).
Apenas llegaron las compañías 3ª y 4ª a sus posiciones, apareció el enemigo desplegado en formación abierta de combate. La colina «Knoll» es tomada por los moros donde instalan sus ametralladoras que baten de flanco a los británicos que se retiraban de las colinas de la «Casa Blanca»

Lo que pasó a partir de este momento hasta el final de la jornada es surrealista, más propio de una película de ciencia ficción. La compañía de Fry dispara sus ametralladoras y se da cuenta que están cargadas con munición equivocada. Durante 7 horas los del British tienen que contener a tiro de fusil a los moros de Asensio. Cuando al fin cargan las ametralladoras con la munición correcta, los moros avanzaban confiados por la vaguada, superada ya la «Conical Hill«. El fuego inesperado de los internacionales provoca grandes clareos en sus filas y retroceden a la carrera.
Las colinas de la «Casa Blanca» son bombardeadas produciendo enormes bajas entre los internacionales británicos. Al final del día cerca de 225 han perdido la vida de un total de 600 que comenzaron la jornada. Congway, jefe de la 1ª compañía y Briskey, jefe de la 2ª, caen en combate. Overton, jefe de la 4ª resulta herido. Solo Fry se salva aunque es capturado junto a parte de sus hombres.
Los balcánicos del «Dimitrov» presentan 75, 8 y 159 efectivos de sus tres compañías, además de los 90 de su compañía de ametralladoras.

Los nacionales presentan 468 bajas de Buruaga, 146 en la columna de Barrón y 104 en la de Asensio. Los camiones no dejan de llevar muertos y heridos a los hospitales de Griñón, Leganés y Pinto.
Varela se reúne con Orgaz por la noche en Gózquez y sopesan los pros y los contras de la situación. Se han empeñado todas las tropas disponibles y las bajas son respetables, no teniendo capacidad de reponerlas como hacen los republicanos, pero deciden continuar la progresión al día siguiente.
Los republicanos dejan dispuesto el traslado de la XIV Brigada Internacional del General «Walter» y de la Brigada I del Comandante Manuel López Iglesias de la División de Líster al teatro de operaciones. Se trata urgentemente de cubrir el flanco izquierdo de los británicos, que durante toda la jornada ha estado desprotegido, sin llegar a saberlo las tropas de Asensio.
La jornada acaba sin que los soldados de Varela hayan logrando dominar la Cota 700, la meseta que una vez superada dejaría libre la bajada al Valle del Tajuña y Morata. Se ha combatido bravamente, no se les puede reprochar nada a unos y otros, pero los internacionales han logrado parar la ofensiva, justo a tiempo, a costa de grandes esfuerzos.
Fin parte III
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Mapa de la Batalla del Jarama. Las marcas no están geoposicionadas