Esta música, cantada por los legionarios españoles desde hace casi 100 años en todo tipo de sangrientas contiendas, era originariamente un tema que nació para interpretarse en cafés cantantes y cabarets y que, posteriormente, fue adaptada al ámbito castrense.
«El “Novio de la Muerte” era un charlestone (un baile de moda de los años 20) que solía ser cantado por Lola Montes. Pero resulta que esta artista, que interpretaba esta canción en los cafés y cabarets de Madrid y África, fue escuchada un día por Millán Astray en Melilla. Al líder de la Legión le pareció una canción preciosa con una letra maravillosa. Se quedó tan impresionado que pidió que le hicieran una transcripción para cambiarle el ritmo y adaptar la música al ámbito militar y, finalmente, la utilizó para la Legión», explica, en declaraciones a ABC, Antonio Mena Calvo, Comandante de Infantería.
La letra, como bien señala Mena, fue perfecta para Millán-Astray, pues resumía la filosofía que él trataba de trasmitir a sus legionarios: «Cada uno de los himnos de la legión representa una cosa distinta. Este se refiere al hecho trascendente de la muerte. Hace referencia a que el legionario debe ensalzar la muerte, no tenerle miedo. Transmite, en definitiva, que fallecer no es más que un acto de servicio. Esto es una tradición en el ejército europeo, donde en los uniformes se suelen hacer referencias a la muerte para que el soldado no se acongoje ante ella y siente que, en el caso de fallecer, lo hace por la patria y unos ideales. Es decir, que no lo hace de forma baldía y sin sentido».
Nadie en el Tercio sabía
quién era aquel legionario
tan audaz y temerario
que en la Legión se alistó.
Nadie sabía su historia,
más la Legión suponía
que un gran dolor le mordía
como un lobo el corazón.
Cuanto más rudo era el fuego
y la pelea más fiera,
defendiendo su Bandera,
el legionario avanzó.
Y sin temer el empuje
del enemigo exaltado,
supo morir como un bravo
y la enseña rescató.
Y al regar con su sangre la tierra ardiente,
murmuró el legionario con voz doliente:
Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpa de fiera.
Soy un novio de la muerte
que va a unirse en lazo fuerte
con tal leal compañera.
Cuando al fin le recogieron,
entre su pecho encontraron
una carta y un retrato
de una divina mujer.
Y aquella carta decía:
«…si Dios un día te llama,
para mí un puesto reclama,
que a buscarte pronto iré».
Y en el último beso que le enviaba,
su postrer despedida le consagraba.
Por ir a tu lado a verte,
mi más leal compañera,
me hice novio de la muerte,
la estreché con lazo fuerte
y su amor fue mi Bandera.