Ir a la cronología – Ir a la parte II
Historia de una fortaleza
Las primeras referencias históricas de Toledo como ciudad datan del siglo V a.C.
Los asentamientos humanos pude afirmarse que son muy anteriores, de manera que en la parte más alta de la urbe encontraríamos restos de fortalezas de las culturas celtibérica, romana, visigoda, musulmana y cristiana.
Los romanos son los primeros en amurallar el recinto. Los musulmanes lo convierten en alcazaba, de hecho Abderramán III (año 932 d.C.) hace obras importantes en el mismo.
Alfonso VI en el año 1085 reconquista la ciudad, fortifica puertas, puentes y renueva el Alcázar construyéndolo de piedra.
En 1502 los Reyes Católicos quitan el aspecto militar a «El Alcázar«
Carlos I de España (V de Alemania) rehabilita el edificio en 1535 como residencia imperial.
En 1643 el Alcázar se convierte en prisión al decidir Felipe II trasladar la corte a Madrid.
En 1771, Carlos III lo cede al Cardenal Lorenzana. Se establece la sede de la Real Casa de la Caridad.
En 1810, plena guerra de la Independencia contra los franceses, el General Dupont establece un parque de artillería.
En 1883, el Alcázar sirve de sede a la Academia General Militar (su 1ª época).
En 1901, se establece en él la Academia de Infantería.
En 1931, con la llegada de la II República, se añaden las Academias de Caballería e Intendencia.
Las fachadas del Alcázar, patio y escalera principal
Fachada NORTE
Data de 1538. Mampostería vista y estilo plateresco. Portada principal coronada por escudo imperial tallado en piedra, da a vestíbulo que desemboca en el patio principal
Fachada ESTE
Es la más antigua. Época de Alfonso X el Sabio, s XIII. Tiene un característico aspecto de fortaleza o castillo medieval. Se muestra sólida, sin ornamentos. Se aprecian una especie de torreones con almenas que es lo que le dan ese aspecto de fortaleza, entre el «paso curvo» y la puerta de la piscina (denominaciones ambas adquiridas en la guerrra civil)
Patio PRINCIPAL
Obra de Covarrubias y Villalpando. Doble arquería apoyada en columnas corintias decoradas con motivo único del águila imperial con las alas desplegadas.
En el centro grupo escultórico de León Leoni titulado «Carlos V y el Furor», con la doble leyenda:
– «Quedaré muerto en África o entraré vencedor en Túnez»
– «Si en la pelea veis caer mi caballo y mi estandarte, levantad primero a este antes que a mi»
Escalera PRINCIPAL
Situada en el centro de la galería Sur. Proyecto escogido por el mismo monarca Felipe II, a propuesta de Covarrubias.
Fachada SUR
Última construida en el Alcázar, realizada por Juan de Herrera. En su parte inferior tiene 10 arcos de medio punto que con su altura permitían el paso de la luz a caballerizas y cocinas.
Fachada OESTE
Época de Juan III y los Reyes Católicos. En el centro se alza la llamada «Puerta de Carros» que da acceso a las caballerizas, debajo de las galerías del patio. Covarrubias añadió a su diseño cornisas y marcos platerescos en las ventanas.
Algunos datos del Toledo de 1936
Toledo tiene al comienzo de la guerra civil unos 30.000 habitantes. Carece de unidades militares y solo tiene tres centros militares:
- Academia de Infantería, Caballería e Intendencia → Coronel José A. Rodríguez Fito
- Escuela Central de Gimnasia → Coronel José Moscardó Ituarte
- Colegio de Huérfanos → Coronel Soto
Existían también en la plaza la Fábrica de Armas, Caja de Reclutas, Comandancia Militar, Farmacia e Intervención Militar
El ambiente en el país y en la provincia
Como había ocurrido en otras provincias españolas, Toledo vivía lo que podía considerarse un preludio de la guerra civil. Enfrentamientos entre milicias socialistas y anarquistas con elementos de derechas, o incluso con fuerzas de orden público como la Guardia Civil y con los propios militares, habían llevado a la provincia a una situación de caos y miedo.
Todo ello podía decirse que tenía como antecedente más inmediato la no aceptación de la victoria del Frente Popular en las pasadas elecciones de febrero de 1936 por parte de la derecha española, pero creo que las raíces del conflicto son más profundas y van más allá de eso.
España desde 1902, en que Alfonso XIII sube al trono con 16 años, la mayoría de edad entonces, se había venido enfrentando a cuatro grandes problemas: el problema agrario, el de los nacionalismos, el de la guerra en el Norte de África, y el problema social.
Cuando se establece la República en 1931, en realidad solo se había resuelto, y de forma brillante después del desembarco en las playas de la Cebadilla en Alhucemas, el problema del Protectorado. La República ya se encontró el resto como algo heredado, bien es cierto que los intentos por lograr paliarlo fueron más grandilocuentes que realistas, véase la reforma agraria sin ir más lejos o la torpe reforma del estamento militar de Azaña.
Y no es que no fuese absolutamente necesaria esa reforma (recordemos que en 1931 existía un general por cada 100 soldados, que equivalen a una compañía poco más o menos y que debería ser mandada por un capitán. Algo realmente incoherente), pero no se debe iniciar un proceso de cambios de forma tan avasalladora, sin dar las pautas de tranquilidad y mesura que se precisaba, y además con declaraciones espontáneas incendiarias del mismo Azaña que no hicieron más que crispar los ánimos entre los militares.
Todo ello creó un clima de frustración interior y una desconfianza que fue aumentando entre buena parte de la sociedad, que en un primer momento, a la llegada de la República, se habían mantenido con buen ánimo, incluso colaborador para que las cosas llegasen a buen puerto. Deseo recordar que, contra muchas opiniones partidistas, la República fue acogida más con expectación e ilusión que con recelo u hostilidad en una gran mayoría de esa sociedad, incluida la Iglesia o los militares. No es admisible que un mes después de ese ilusionante advenimiento se viese manchado por el triste espectáculo de las iglesias incendiadas y saqueadas por elementos incontrolados sin que el gobierno adoptara medidas firmes y de compromiso para acabar con esos desmanes.
Creo sinceramente que mucho antes de iniciarse la guerra, la República había perdido ya buena parte de sus opciones y me refiero al daño que hizo la difusión de imágenes de los incendios y profanaciones de tumbas, conocidos en todos los rincones del mundo. Luego extrañó que democracias como el Reino Unido diesen la espalda a la República española, aduciendo hasta la saciedad que habían sido «abandonados» por las democracias europeas. ¿Quién iba a aceptar como democrático a un gobierno que permite la quema de iglesias y conventos, así como la persecución religiosa que siguieron a esos hechos?.
Pero también hubo muchas otras razones que aumentaron el descontento, recordemos la penosa situación en que se encontraban los aparceros (cerca de 2 millones de campesinos pobres) y trabajadores de la tierra dependiendo de terratenientes sin escrúpulos que les hacían trabajar de sol a sol por un sueldo mísero (Un pan costaba entonces 1 peseta. Un sueldo medio estaría sobre las 3 ptas/día, con lo que podemos imaginar las posibilidades de subsistencia de una familia con muchos hijos, muy característico en la época).
Los pobres, los parias de la tierra, los desheredados, los que habían puesto grandes ilusiones en esa nueva República recibieron esperanzas y promesas que no se cumplieron (apenas 200.000 campesinos fueron asentados en toda la nación ya que el presupuesto para pago de indemnizaciones por las expropiaciones se agotó pronto. Mal cálculo del ministro de turno que prometió tierras para todos con tan exiguos dineros). Vanas promesas e incumplimientos, desmoralización, paro, hambre y aumento de situaciones violentas.
Volviendo a Toledo. Desde las elecciones de febrero aumentó la confusión y el anticlericalismo, haciendo a la Iglesia cómplice de los capitalistas. Todo va a peor, todo es pura confusión y miedo. Y ya la Guardia Civil tenía un largo listado de enfrentamientos con extremistas de izquierdas en la provincia.
Empezó a circular la idea de una posible sublevación de los militares, y la propia Guardia Civil, ante el hostigamiento a que estaba siendo sometida comienza a mover sus hilos en la provincia. La iniciativa parte del Teniente Coronel de la Benemérita Romero Basart que distribuye unos sobres lacrados con instrucciones secretas a todas las guarniciones de Toledo con la consigna de no ser abiertos hasta recibir la frase reglamentaria: «siempre fiel a su deber». Estos sobres se reparten según unos historiadores en el mes anterior a la sublevación, y otros afirman que a finales del año 1935.
Esto pone de manifiesto la decisión previa y meditada de este cuerpo de unirse a la sublevación, pero no solo ellos sino que afectaba e involucraban en su decisión a sus propias familias. Estas fuerzas fueron después la clave en la defensa del Alcázar, aunque no todos lograron llegar con sus familias, pero sí la gran mayoría de puestos esparcidos por la geografía toledana.
Recordemos que existía en Toledo la cabecera del 2º Tercio de la Guardia Civil (unidad tipo regimiento) y la comandancia (unidad tipo batallón) de la provincia. El mando de la Comandancia de Toledo era del Teniente Coronel Pedro Romero Basart. De esta comandancia dependían 4 Compañías: la 1ª y 4ª asentadas en Toledo capital, la 2ª en Ocaña y la 3ª en Talavera de la Reina.
Así es como unos 690 guardias civiles, con sus familiares en un amplio porcentaje, se concentran dentro del Alcázar. Solo la guarnición de Tembleque no pudo lograr el objetivo teniendo un mal final al ser apresados o muertos
Entre el 18 de Julio y el 22 se concentran los guardias civiles dentro del Alcázar poniéndose a las órdenes del Coronel Moscardó, comenzando así 70 días de asedio que fue seguido con el máximo interés en todo el mundo.
Fin parte I
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Mapa del asedio
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